Los bebés tranquilos no garantizan crianzas tranquilas
Mis primeros pasos dentro de la enseñanza de yoga en el ámbito de la maternidad fueron con grupos de madres con bebés. En ese entonces los espacios compartidos de crianza no eran muchos y aposté por hacer algo en ese sentido creando Yoga para Mamás y Bebés. La Dra. M. Glòria Borràs-Boneu, obstetra y ginecóloga, y yo diseñamos los programas de yoga para madres y bebés que pusimos en funcionamiento durante el año 2002. Buscábamos ofrecer un enfoque que atendiera tanto la salud física como la emocional.
Pronto comprobamos que el postparto se vivía, en nuestra sociedad, con un grado de estrés muy alto. El grado de inquietud tanto en las madres como en los bebés dificultaba la experiencia de las prácticas que permiten acceder a un estado de mayor serenidad. Así que estábamos frente a un círculo vicioso que solo se rompía con mucha constancia. Fue entonces cuando vimos claro que teníamos que empezar antes. Era importante llegar al postparto con el hábito de recuperar la serenidad ya adquirido.
Algo que observamos es que la «tranquilidad» del bebé no influía necesariamente en el grado de estrés en la relación. Nos encontrábamos madres muy angustiadas porque el bebé no paraba ni un segundo; ellas eran de tendencia más bien contemplativa. Y también nos encontrábamos madres muy angustiadas porque el bebé no hacía nada; ellas eran mujeres muy activas. Intuimos que el «problema» no estaba ni en el bebé ni en la madre, si no en la relación.
¿Qué aporta serenidad a una crianza?
Con esta idea en mente y la de crear los hábitos de recuperación de la serenidad, en los siguientes años pusimos en práctica los programas de yoga que creamos para la mujer embarazada. Los ejes de estos programas siguen siendo los mismos hoy en día: cultivo de la capacidad perceptiva, de la sencillez y eficacia en el movimiento y del respeto a los procesos físicos y anímicos. Los resultados que vimos fueron lo que me motivó a seguir investigando en cómo las técnicas corporales modifican nuestras relaciones. Efectivamente, cuando las madres y los bebés empezaban a incorporarse a las clases después de haber practicado yoga durante la gestación, no detectamos un mayor número de bebés tranquilos en clase, ni de madres más contemplativas. Lo que sí detectamos fue un menor grado de estrés y que las relaciones madre-hijo sí eran más serenas:
- Había una mayor curiosidad y capacidad de observación por parte de las madres hacia las tendencias naturales del bebé,
- un mayor reconocimiento de los propios potenciales y límites, de los del bebé y de los del entorno (pareja, familia,…),
- una mayor espontaneidad en la resolución de las situaciones cotidianas.
Todo esto se traduce en una relación más veraz, sólida, apasionante y, por ello, serena. Y ahora sabemos que estas capacidades afloran cuando se recupera el contacto con uno mismo, y el cuerpo es la vía más clara para conseguirlo.
Tere Puig