Concepción: ¿El yoga puede ayudar?

La anécdota que despertó mi curiosidad sobre el yoga y la preparación a la concepción

 

Cuando abrí el centro Yoga para Mamás y Bebés en Barcelona, en el 2005, me llamó Mireia, una queridísima alumna que había practicado yoga conmigo en sus dos embarazos: «Tere ¿vas a abrir algún horario para no embarazadas? Yo ya no voy a embarazarme más, pero me apetece seguir practicando». Le dije que sí, tenía un horario a mediodía para todos los públicos.

 

A ese mismo horario asistía una mujer que estaba en tratamiento de fertilidad, que quedó embarazada pasados unos meses ¡Y Mireia también!

 

Asumida la sorpresa, entre risas y alegría, Mireia me dijo: «¡Deberías avisar de los efectos secundarios de tus sesiones!»

 

Han pasado muchos años. Mis clases regulares han sido casi en su totalidad dirigidas a mujeres gestantes, solo en los seminarios para profesionales trabajo con una mayoría de mujeres no embarazadas. Y me veo al inicio de cada ciclo diciendo: «Según las estadísticas de los últimos años, cómo mínimo una de las mujeres que participan en estos seminarios se quedará embarazada antes de acabar el ciclo». ¡Y así sucede! Así ha sucedido siempre. Al principio tomaba estos embarazos como algo casual, pero el hecho de que sea algo tan sistemático y constante me llevó a preguntarme por qué sucedía.

¿Realmente hay algo en la práctica que realizamos que favorece la concepción?

Durante estos años he estado estudiando los efectos del trabajo corporal en el propio cuerpo y la psique. He podido detectar algunas características del trabajo corporal que propongo que pueden ser factores que dispongan al organismo -física y psicológicamente- para la concepción.

Está claro que es muy probable que las mujeres que se acerquen a mis clases y seminarios tengan ya un deseo de ser madres -más o menos consciente. Sin olvidar esta predisposición previa, estos son los factores que pueden estar favoreciendo que la concepción se dé:

  • La implicación de los órganos internos en el movimiento;
  • la activación de la musculatura profunda;
  • el desarrollo de la percepción de los líquidos corporales;
  • y el conocimiento experiencial del proceso respiratorio.

 

Todos estos factores provocan una regeneración y relajación de los tejidos profundos del cuerpo: se nutren, hidratan y oxigenan con mayor facilidad y efectividad. Un tejido sano es indispensable para concebir. Cuando el tejido esta hidratado recupera su movilidad natural, tiene toda su capacidad de expansión y de contracción. Por tanto, el cuerpo puede actuar sin impedimentos para su propósito: la concepción.

En lo psicológico, la dimensión visceral, los líquidos y la musculatura profunda nos llevan a un estado en el que necesitamos, por encima de todo, la fusión con el otro, el contacto. En este estado físico disfrutamos de las relaciones cercanas e íntimas, dónde existe un grado de interdependencia. Tenemos una necesidad expresar nuestra afectividad y dulzura, la ternura está a flor de piel.

Podemos pensar que todo esto orienta a la mujer y al hombre -física y psicológicamente- a concebir. Se incrementa el deseo de cercanía y contacto íntimo y el organismo entero esta abierto y receptivo a una nueva vida.

¿Estos factores están presentes en todas las prácticas de yoga?

No. Muchas de las propuestas de práctica de yoga están enfocadas al trabajo exclusivo del sistema músculo-esquelético. Estas son especialmente útiles para el desarrollo de la potencia, la autonomía y la acción. Que son también muy necesarias, pero no prioritarias en la concepción. Como decía, para el momento de la concepción es esencial un organismo húmedo, suave, cálido, receptivo.

En las prácticas dirigidas al músculo y al hueso exclusivamente, podemos también encontrar un desarrollo de la flexibilidad, pero no podemos garantizar que sea una flexibilidad desarrollada de manera uniforme y que implique las capas más profundas del tejido. Solemos encontrar zonas corporales hiperextendidas y zonas corporales hipercontraídas. En conjunto dan una imagen de cuerpo flexible, porque es capaz de asumir postura extremas. Pero, en realidad es una flexibilidad aparente. Las zonas hiperextendidas suelen tener dificultad para contraerse y las hipercontraídas para relajarse. Esta capacidad de cambio de estado del tejido que le permite asumir un cambio profundo, como es la gestación, solo sucede cuando también involucramos las vísceras y los fluidos en nuestro movimiento.

 

Tere Puig

 

 

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