«No hay educación sin frustración, sin que algo deje de suceder, sin renuncia al placer inmediato.
Pero la frustración solo es educativa si es una promesa de futuras realizaciones»
P. Merieu del libro Pédagogie: le dévoir de résister
Hoy he visto carbón de Reyes de colores. Me ha hecho pensar en el tremendo esfuerzo que nuestra sociedad, nosotros, hacemos por esconder lo oscuro.
También he leído escritos radicalmente en contra de regalar carbón a los niños por crear en el niño una sensación de ser malo o acusando a los adultos de perversos por castigar a los niños con esto. Estamos hablando de este carbón dulcificado que se come. Me ha hecho pensar en el esfuerzo tremendo que nuestra sociedad, nosotros, realizamos para impedir la maduración. Y no estoy defendiendo el castigo, pienso en las interpretaciones que los adultos hacemos de nuestros actos y elecciones.
Me impresiona que en los momentos que vivimos, en los que las partes más oscuras del ser humano son tan evidentes, sigamos empecinados en pintar de colores lo que es negro. ¿Por qué nos cuesta tanto aceptar que estamos hechos de luces y sombras? Y más me impresiona que, al mismo tiempo, exijamos empatía y cooperación. ¿Cómo puedo ser empático si me niegan el conocimiento de una parte de la realidad? ¿Cómo puedo cooperar si desconozco mis capacidades y debilidades tanto como las del otro?
Ver el carbón como un castigo es una opción, o una forma de entenderlo.
Es cierto que usamos el símbolo del carbón para recordar esas partes de nosotros que no nos gustan; que queremos cambiar; que, más allá de considerarlas buenas o malas, tienen consecuencias que nos dificultan la vida a nosotros o a los demás. ¿Pero eso es malo? Diría que es más bien real. Diría que completa la visión que ofrece el regalo, que es lo que representa aquellas partes de nosotros que nos gustan y que queremos cultivar.
Claro que es propio de un niño no querer ver el rechazo y resistirse a las experiencias de frustración. Pero también es labor del adulto acompañarlos en el desarrollo de la templanza. Necesitamos aprender a vivir plenamente sabiendo que somos y seremos rechazados o juzgados. Qué mejor que ya de niños, alguien nos ayude a comprender que la vida no siempre estará de acuerdo con nuestros planes, que hay cosas que necesitamos cambiar para seguir viviendo en equilibrio.
Y al fin y al cabo, el carbón es un combustible y los combustibles sirven para poner algo en funcionamiento. Representa la frustración que promete una futura realización.
Tere Puig
Que grande eres, Tere…
En cada artículo está presente una conversación, una vivencia compartida, un algo inspirador. A mi me toca la parte de poner lo vivido en palabra escrita, pero sin todos vosotros, amigos, colegas y compañeros de camino con los que poder vivir y pensar juntos… no me nacería ni una sílaba. ¡Qué grandes somos!
Una súper abraçada, Àngels!
Pues sí, Tere. La tolerancia a la frustración vale la pena aprenderla desde pequeños.
Y los del carbón para Reyes, daría para mucho tema. Si les dejamos carbón sea del color que sea al lado del último modelo de Iphone tiene el mismo efecto?
Un abrazo.
Yo creo que lo mejor es siempre al pan, pan, y al vino, vino. Que en esto también coincidimos 😉