Me gustan los proyectos intergeneracionales porque son reales; porque si vivimos siguiendo nuestros instintos no tendemos a separarnos por edades; porque el aprendizaje que se produce en contacto con personas distintas a uno mismo -en edad, sexo, creencias,…- es tremendamente enriquecedor.
Cada vez me resulta más extraño y antinatural que a una determinada edad -determinada por no sé quién y en función de no sé qué- se te jubile. Y que a ese título de jubilado se le atribuyan características como la inactividad o el declive mental y físico. Quizás es porque voy cumpliendo años.
Gracias a una gran parte de ese sector de la población inactiva se están llevando a cabo proyectos de servicio social esenciales en momentos como el que vivimos: voluntarios en organizaciones que dan atención a sectores de la población que lo necesitan o, sencillamente, puntales en la vida familiar que se ocupan de los nietos que sus hijos no pueden atender.
Los mayores no necesitan que se les permita y anime a hacer cosas para mantenerse en forma física y mental. Es nuestra sociedad, que para mantenerse en buena forma física y mental, necesita a nuestros mayores.
E incluso, cuando llegan a la situación en la que necesitan ser atendidos siguen, si la sociedad lo permite, ofreciendo un enorme servicio.
Para que proyectos como los que muestra Present Perfect o lleva a cabo Speaking Exchange sean algo habitual necesitamos cultivar, recuperar, la vida en familia; entendida no como grupo con vínculos de sangre, sino como grupo de convivencia intergeneracional.
Yoga en familia, danza en familia, psicomotricidad en familia, leer en familia,…
Tere Puig
¿Conoces propuestas intergeneracionales? Podemos añadirlas a la lista.