Hipersensibilidad es una palabra que ya empieza a ser muy escuchada y textos, como el libro al que pertenece el texto que viene a continuación, nos aportan un mayor conocimiento de su significado y la redefinen para alejarla de la connotación patológica que se le ha atribuido.
La idea de ser limitados no suscita un gran entusiasmo, y menos en una época en la que delimitarse se confunde con limitar el propio potencial, en una época dominada por la idea de posibilidades ilimitadas con todas las consecuencias que ello genera: una constante sensación de insatisfacción, tendencia a endeudarse, un exceso de demanda hacia uno mismo y hacia los demás, no estar nunca en el aquí y ahora.
También pertenece a la ideología de la no limitación la ilusión de poder conseguir cualquier cosa con solo desearla. Y si no se consiguen los máximos resultados, significa simplemente que no te has esforzado suficiente…
Esta ideologia de la no limitación sirve, sobretodo, para justificar a los fuertes y poderosos. Y también los hipersensibles pueden usarla: de hecho, a menudo la adoptamos, acentuando las dificultades que ya tenemos con nuestros propios límites y los de los demás.
Pero, ¿dónde están exactamente estos límites nuestros? Muchos hipersensibles, incapaces de percibirse a sí mismos y con su atención siempre puesta hacia fuera, no conocen sus propios límites y en consecuencia no están en disposición de respetarlos o defenderlos. De modo que, a menudo, se exigen demasiado o demasiado poco, perciben a los demás como invasores del propio territorio o invaden el espacio ajeno sin darse cuenta.
Un hipersensible que ha renunciado poco a poco a percibirse a sí mismo y a su cuerpo para adaptarse al ambiente que le envuelve, termina por perder también el contacto con sus propios límites. Está en todas partes y en ningún lado, pero nunca en su cuerpo. De esto se da cuenta cuando es demasiado tarde, cuando ya se ha exigido demasiado, cuando ya ha ido de nuevo más allá de sus límites. En este caso su cuerpo se hace sentir a través de dolores y síntomas, lo cual no refuerza su entusiasmo por percibir su propio cuerpo. Es un círculo vicioso. Sin, embargo, percibir el cuerpo puede ayudarnos a conocernos mejor y a conocer nuestros límites, por tanto, a respetarlos y protegerlos.
R. Sellin, del libro Le persone sensibili hanno una marcia in più. Trasformare l’ipersensibilità da svantaggio a vantaggio