¿En qué nos beneficia hacer un plan de parto, o planes en general? ¿Es importante que pensemos en el momento del parto durante el embarazo?
Mi padre me decía -no en relación al parto, sino a la vida- «Piensa en todas la posibilidades, minimiza el riesgo de que las cosas te tomen por sorpresa y prepárate por si la sorpresa llega.»
Pensar en una situación futura -que naturalmente ni siquiera sabemos si llegará a suceder- nos permite pensar en diferentes estrategias para vivir o solucionar las diferentes posibles situaciones, riesgos o dificultades. Estamos preparándonos para evitar el factor sorpresa que, en muchos casos, nos deja paralizados durante un tiempo que puede ser crucial en algunas ocasiones, como en determinados momentos del parto. Por tanto, si hacer planes significa para nosotros indagar en las diferentes circusntancias posibles, combinadas con los recursos que tenemos o podemos obtener, podemos dar por hecho que es un tiempo bien invertido.
El problema lo podemos tener cuando tomamos uno de esos planes y nos creemos a pies juntillas que eso, justo eso, y ninguna otra cosa, es lo que va a suceder. Diremos que eso nunca lo hacemos, pero si revisamos un poco nuestro día a día es posible que veamos que lo hacemos más de lo que pensamos: cuando nos deprimimos porque el día que nos habíamos reservado para ir al campo a celebrar nuestro aniversario que con tanto esmero habíamos preparado, llueve a cántaros; o cuando nos irritamos cada vez que el príncipe azul se comporta como una rana; o cuando nos inquietamos si el nacimiento o la vida de nuestros hijos toman rumbos que no habíamos previsto.
Este precioso fragmento, que narra una participante de los seminarios de Anatomía Experiencial que ofrece bodythinking, nos muestra cómo una mujer que está realmente en contacto con sus necesidades -que están inevitablemente vinculadas a las necesidades del grupo humano al que pertenece y a lo que necesita la vida para perpetuarse- puede despojarse de los planes que hasta el momento había trazado para seguir un camino distinto que aparece como más viable, efectivo y placentero.
Ahora estoy en el agua caliente de la bañera, dilatada de 5 cm. El agua me ralentiza el ritmo de las contracciones. Son más intensas y dolorosas, pero entre una y otra el tiempo parece detenerse. En la pausa entro como en un espacio sin tiempo.
Las contracciones son cada vez más fuertes. La posición en el agua no me ayuda a empujar. No tengo una buena base de apoyo. Me desmoralizo. Me vienen continuamente a la cabeza las palabras de la comadrona: Una vez dilatada, con dos buenos pujos el bebé nace.
Llevo dos horas pujando y aun no has nacido. Renuncio a hacerte nacer en el agua. No me gusta tesoro, pero ya es tiempo de concluir.
Necesito que la fuerza me inunde, la llamo. La tierra responde, de repente la siento amiga. Me agacho en el espacio más estrecho entre la bañera y la cama. Empujo.
Paola, madre de Mattia.
Un plan de parto puede ser una buena herramienta si nos sirve para indagar las distintas posibilidades que existen, con cuál nos sentimos más cómodas o qué haríamos si la vida nos propone algo distinto en ese momento; sin embargo, es esencial que ese plan no se convierta en el protagonista del parto, en el objetivo que hay que cumplir, ese plan es una herramienta más y está al servicio de un proceso que no puede ser ni explicado, ni medido, ni escrito, ni planificado: el de parir y nacer. Y como toda indagación profunda, no puede quedarse en una mera recopilación de información y un debate interno sobre los pros y los contras de cada opción. Es esencial que las decisiones se tomen desde dentro, en contacto con las propias necesidades, decidiendo también con el cuerpo.
Tere Puig