Enseñar a elegir implica aceptar la libertad del otro
La forma más sencilla de evitar caer en el complejo maternal consiste en hacer filosofía con los niños.
Es decir, escoger situaciones donde sea posible que ellos sean agentes (que puedan tomar la responsabilidad) y no sujetos (cuando es la madre quien toma la responsabilidad). Con la condición de no caer en el error tonto de decirles «Eres libre, haz lo que quieras«, podemos permitirnos llegar muy lejos dentro de la actitud filosófica. De hecho, todo niño al llegar al mundo se enfrenta, aunque sea inconscientemente, al hecho de elegir: entre vivir o dejarse morir, entre fortalecerse o permanecer débil y dependiente. Ayudar a un niño a asumir una posición de responsabilidad frente a sus elecciones no lo abruma; al contrario, lo ayuda a entrever su libertad de una forma más consciente, de un modo temprano.
Una de mis pacientes, que criaba sola a su hijo, encontró en este hacer filosofía la manera de explicar a su hijo de cinco años las posibilidades que tenía:
Las circunstancias de la vida han hecho que tu padre no quisiera ser padre y desapareció antes de que nacieras. Pero tú, tú querías venir al mundo a pesar de todo ¡y aquí estás! Tienes cinco años y has aprendido a ser fuerte y saludable. La esencia de papá está en todos lados, en los libros, en las escuelas, en las historias que contamos, por todos lados, incluso en el cine. Está en tu abuelo, en tu profesor de natación, en tu tío favorito, en los amigos que vienen a casa y a quienes tú quieres. Si tu quieres, puedes aprender con ellos todo lo que un papá te podría haber enseñado y, más tarde, tú mismo ser un papá maravilloso.
G. Paris del libro La sagesse des larmes