«¿Te imaginas que nos morimos el mismo día y nos meten en la misma caja?«, decía María de cuatro años, con cara de complicidad, a su madre.
Fernando, de cinco, no quería salir a la calle; su madre descubrió que tenía miedo de que su abuelo, que estaba en el cielo, se le cayera encima.
Para los niños, a una edad temprana, la muerte no es un tabú. Somos nosotros, los adultos, con nuestras angustias y creencias quienes lo convertimos en algo innombrable y, a veces, extraño: el cielo poblado de gente que, naturalmente, nunca habíamos visto volar; un riesgo.
¿Qué decirles a los niños acerca de la muerte? ¿Cómo y cuando decírselo? No tengo ni la más remota idea y creo que llegar a conclusiones sobre ello no nos lleva muy lejos. ¿Los adultos sabemos más sobre la muerte que los niños? No lo creo. Nuestra María, la de los planes «macabros», a los once años dijo con pesar tras la muerte de una persona cercana: «La muerte es buena, se lleva a la gente que si se quedara aquí sufriría mucho«.
El verdadero reto no está en cómo hablar a los niños sobre la muerte, está en cómo escuchar a los niños cuando te hablan de la muerte. Cómo hacerles sentir que es algo de lo que se puede hablar, aunque lo desconozcamos todo; porque necesitan hablar de ello, porque forma parte de la realidad. Cómo mostrarles el respeto por sus creencias, que son tan válidas como las nuestras y necesitan ser respetadas; porque su función no es descubrir la verdad, sino dar sentido a la realidad, a la pérdida.
Necesitamos comprender que lo que a nosotros nos sirve para encontrar sentido a la muerte puede no ser útil a otro. Que la búsqueda de sentido es personal y, al mismo tiempo, necesita del otro: hablar de un tema, indagar juntos sobre él, es una vía de búsqueda. Por ello, a veces, el niño pregunta de forma incansable. No quiere una respuesta, quiere un diálogo que le sirva al descubrimiento, al descubrimiento propio, no a la asunción de las creencias de quien le responde. Necesita ser escuchado para poderse escuchar a sí mismo y llegar a sus propias conclusiones.
El reconocimiento de las propias limitaciones en el conocimiento de algo nos lleva a ser cómplices en la búsqueda del mismo, nos abre a una comprensión más amplia y profunda y, al mismo tiempo, le ofrecemos al otro esa amplitud y profundidad para su propia indagación.
«Pues, no. La verdad es que nunca había pensado en esa posibilidad…» continuó la mamá de María sin esconder su sorpresa.
Tere Puig
Aun estás
es un cuento creado para facilitar el diálogo entre adultos y niños sobre la muerte y el proceso de duelo.
Hola! Mi hijo de 4 años nos habla constantemente sobre irse al cielo. Su abuelo paterno murió cuando el tenía dos años, y nos toco intentar explicarle de manera lúdica donde estaba y porque no lo vería mas. Hoy siento que le preocupa morir, me dice «mamá no me gustaría irme al cielo solo, me quiero ir contigo, con el papi, con todos… y quiero llevar algunos de mis juguetes» me dice que le da susto irse solo por que talves los niños que están en el cielo no querrán jugar con él y le va a dar pena estar solo. No se como abordar el tema hoy pero se que rechazar u omitir explicarle se debe a mis temores personales.
Gracias, Tamara, por compartir tus inquietudes.
Desde mi punto de vista, tu posición de incertidumbre y el reconocimiento de los propios temores es de lo más sano y natural. Y que los hijos sientan, que a pesar de que nosotros mismos no lo comprendemos y sentimos miedo, estamos a su lado, en el camino que ellos recorren, para darles calor y sostén es algo grande que deja una hermosa huella.
Un cálido abrazo,
Tere
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Yo tengo recuerdos muy vividos de mi niñez y es increíble la memoria que tengo acerca de ello, sobre todo lo que sentia y pensaba.
Cuando mi papa murió, recuerdo haberle preguntado a mi hermano mayor (quien es 13 años mayor que yo) por que mi papa que era bueno se murio? Me contesto que Dios estaba armando un ejercito de gente buena para defendernos del mal. No se porque, pero me reconfortó mucho, ya que me ayudo el pensar e imaginar a mi papa como un soldado con una gran misión que cumplir….
Gracias, Nely… Inspirador… Maravillosa la sensibilidad de tu hermano, el poder sentirte y encontrar las palabras justas para ti en ese momento. Un cálido abrazo…
Tengo un hijo de 10 años que hace días ante los sucesos de Paris, empezó a tener miedo a que algún terrorista pudiera hacer algo aquí. Investigamos un poco sobre os Yigahistas y pudo comunicar sus miedos, sobretodo a que amigos musulmanes fueran de mayores integristas, después de ver varios vídeos y hablar sobre el tema ha llegado a la conclusión que no todos son intregritas y ahora esta más tranquilo.
Qué importante estar junto a ellos en esta descubierta del mundo… Ofreciendo seguridad para indagar, para ver las cosas de otra forma, ampliando la mirada…
Gracias, Tina, por compartir tus experiencias.