La educación emocional parte de un conocimiento de las propias emociones
El primer paso a dar en el trabajo efectivo con la hostilidad consiste en aceptar este sentimiento en nosotros mismos.
La vergüenza y la negación de nuestra hostilidad nos harán prácticamente imposible manejar las iras de nuestros hijos, ya que, en estas condiciones, sus impulsos agresivos detonaran nuestros propios arsenales prohibidos de animosidad.
El segundo paso a seguir cuando la ira se presenta en nosotros será el de verla como lo que es: un código que a la vez oculta y delata la presencia de una emoción anterior. La próxima vez que nos enfademos, busquemos la emoción subyacente. Tomemos ese primer sentimiento, y compartámoslo: a él y no al código. De esta manera, estaremos tratando con la causa de nuestra ira.
Es difícil encontrar solución a las emociones disfrazadas. El habito de manejar la propia ira como lo hemos señalado nos transforma en modelos positivos para nuestros hijos. Ademas, si compartimos los sentimientos primarios, causaremos menor daño a la autoestima que con ataques verbales agresivos. La ira atemoriza a los niños; al compartir las emociones primarias, haremos que sean menos sus periodos de temor.
Para compartir esos sentimientos primarios, debemos enviar “reacciones del yo” y no “juicios del tú”. Las expresiones de la ira constituyen invariablemente “juicios del tú”, que destruyen el autorrespeto. Comprobemos este punto en nosotros mismos. Para ello, bastará con que reproduzcamos por escrito algunas de nuestras tiradas iracundas típicas; veremos entonces con cuanta frecuencia caen dentro de la categoría de los juicios. Precaución: en virtud de lo visto, la frase “estoy furioso” no es una “reacción del yo”, puesto que no revela nuestro sentimiento subyacente. Esta ventilación no hace sino disfrazar lo que ocurre en el interior de uno.
En muchos grupos de encuentro personal, el atacante se queda con la parte del león cuando tiene la aparente honestidad de manifestarse iracundo. (Mientras que esa ventilación puede aliviarlo a él, también puede dejar a su víctima en estado de inseguridad, o puesta a la defensiva). Cuando uno sabe que la ira es la niebla que se eleva sobre otros sentimientos conflictuados, la honestidad total consiste en comunicar su primera emoción.
D. C. Briggs del libro El Niño Feliz