Sí, parir es natural. Y necesitar y aceptar ayuda… también

Ir al baño es algo muy natural, algo para lo que el cuerpo está perfectamente diseñado, ¿alguien se siente menos humano por necesitar una tisana que le ayude a defecar? Hacer la digestión y aprovechar los nutrientes es también muy natural, estamos diseñados para digerir y nutrirnos, ¿alguien se siente menos humano por necesitar la ayuda de un nutricionista que le aconseje cómo mejorar sus digestiones e integración de nutrientes?
Parir es también muy natural, el cuerpo está diseñado para ello pero, igual que para otras funciones para las que también estamos naturalmente preparadas, a veces, necesitamos que nos ayuden, ¿por qué hay tantas mujeres que se sienten menos mujeres cuando para parir han requerido una ayuda?

 

pedirr-ayudaEstoy segura de que hay un momento preciso para cada nacimiento, si la madre y el bebé están en el momento adecuado -física y emocionalmente- el nacimiento se da sin necesidad de intervención alguna. Pero si alguno de los dos está en alguna situación, estado físico o anímico en el que se siente vulnerable, es muy probable que necesiten que alguien les eche una mano. Poder reconocer la propia vulnerabilidad, o la del hijo, o la de ambos, y aceptar la ayuda que en ese momento precisamos es -al igual que reconocer y utilizar todo el potencial del que disponemos-, en el fondo, una cuestión de madurez o una propuesta para avanzar en nuestro proceso de maduración.

En todos estos años trabajando con mujeres y familias, lo que quizás me ha producido mayor tristeza y, al mismo tiempo, mayor motivación para seguir adelante buscando más y más eficaces herramientas para el acompañamiento, ha sido estar junto a mujeres que se han sentido frustradas en su experiencia de parto. ¿Qué papel juegan en esta frustración las creencias entorno al parto y al nacimiento? ¿Cómo puede la mujer ir más allá de las expectativas sobre ella, el bebé y el entorno? ¿Lo mejor es siempre el parto sin intervenciones? No puedo evitar pensar, con relación al ser humano, que en él «existe una forma de gestión que no está loca, sino oculta, como el sistema operativo de una computadora, capaz de administrar una cantidad de información mucho más grande de la que vemos en pantalla. E inconsciente, como es necesario que sea para lograr manejar en el más breve tiempo posible la formidable cantidad de información que surge de la experiencia, de las sensaciones, de las percepciones y, probablemente, también de una serie de dimensiones desconocidas para nosotros» (J. Tolja, F. Speciani). Y así, en palabras de Tolja, el ser humano siempre toma la mejor solución posible en las circunstancias internas y externas en las que se encuentra, si hubiera otra mejor, la tomaría.

Nacer es cosa de dos y de sus dos historias

Los hijos que nacen de una forma distinta a la que las madres esperaban nos recuerdan que cada uno tiene su propio camino. Los hay que nacen de nalgas, otros de cabeza, unos que sin una cesárea no hubieran podido nacer, otros que apenas dan tiempo a la madre de darse cuenta de que están naciendo, otros que anuncian su llegada durante días. Y, a veces, en lugar de escuchar e intentar conocer y comprender al hijo, nos dedicamos a intentar que cambie de posición, que vaya más lento o que vaya más rápido. Que experiencia tan distinta se nos presenta si la tomamos tal como viene en lugar de creer que la podremos o la podríamos haber solucionado de otra forma.

La forma del nacimiento viene también influenciada por la voluntad del hijo. Si la mujer ignora este hecho, el nacimiento puede sorprenderla y caer fácilmente en la frustración, ya que ella esperaba un parto distinto. Todas las formas de nacer dejan una huella, tanto el parto vaginal sin analgésicos como la cesárea. Aceptarlas, liberándonos de frustración, culpa, resentimiento o creencias, nos ayudará a descubrir, sentir y acompañar el proceso que hará el nuevo ser para transformar esa marca de nacimiento. Mantenerse en el «si hubiera…» o «si me hubieran…» impide el contacto con la realidad, con la forma en la que ha llegado el niño al mundo y en la que está viviendo, y la falta de contacto con la realidad nos impide seguir con el proceso de maduración que requiere la maternidad.

Si las mujeres ponemos toda nuestra intención en estar preparadas integralmente, maduras, para el momento del nacimiento y el parto, estamos ya haciendo todo lo que está a nuestro alcance para que acontezca de la manera más sencilla posible. Y también para que naturalmente sepamos aceptar la experiencia que nos llega, con ojos abiertos, sin caer en engaños, comprendiendo que no está solo en nuestras manos el decidir la forma en que nacerán los hijos y que sí está en nuestras manos desarrollar la madurez que necesitamos para criarlos.

 

Tere Puig

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