Tuenmi

inviernoEn pleno invierno, en medio del frío y el silencio, nació Soloyó.

Una voz dulce y unas manos suaves, su primer recuerdo, era su madre. Fue un bebé sano y fuerte, un niño atento y de pocas palabras. Tuvo una vida tranquila, creció entre grandes montañas, tenia pocos y grandes amigos. Pasaba largas horas frente al fuego, escuchando su propia voz. Cantaba, escribía, pintaba, pensaba. Estuvo a punto de casarse con una preciosa mujer, pero por alguna razón no lo hizo. Toda su vida cultivó la tierra, que agradecida nunca permitió que a Soloyó le faltara nada.

El día de su muerte, por alguna razón, la mujer con la que estuvo punto de casarse estaba con él. A ella le contó que gracias a sus maestros: la Tierra, el Aire, el Agua, el Fuego, el Universo y el Silencio se había convertido en un hombre sabio, muy sabio. Se conocía en profundidad, incluso había escuchado al Silencio decirle quién era él. Y justo antes de morir se dio cuenta de que echaba algo de menos, y le dijo a la mujer: “No he tenido tiempo de saber quien eres tu”. Cerró los ojos y se dijo si mismo: “Me siento feliz de haber vivido como le he hecho y volveré a nacer para descubrir quién eres tú con la misma profundidad que ahora se quién soy yo”. Murió sabio, muy sabio.

veranoEn pleno verano, en medio del calor y el murmullo de la gente que lo esperaba, nació Solotú.

Unas manos fuertes y una voz profunda, su primer recuerdo, era su padre. Fue un bebé sano y fuerte, un niño alegre y siempre atento a los demás. Tuvo una vida llena de experiencias, creció en una gran familia que viajó por todo el mundo, tuvo muchos y grandes amigos. En la tierra donde nació, conoció a una mujer preciosa con la que se casó y tuvo cinco hijos. Toda su vida la dedicó a cuidar de su familia y amigos, aunque trabajó sin cesar, siempre tuvo tiempo para escucharlos y amarlos. Y ellos agradecidos, siempre cuidaron de él.

El día de su muerte fue luminoso y el murmullo de todos a los que conoció a lo largo de su vida le acompañaba. Les contó que gracias a ellos se había convertido en un hombre sabio, muy sabio. Conocía en profundidad todo en cuanto a la amistad, el amor, el odio, la guerra y el mundo. Les agradeció a todos haber sido sus maestros: en el amor, la comprensión, la generosidad, el respeto y la libertad. Justo antes de morir, por alguna razón, recordó a Soloyó y se dio cuenta de que no había tenido tiempo de algo: de conocerse a si mismo. Fue entonces cuando cerró los ojos se dijo: “Me siento feliz de haber vivido como le he hecho y volveré a nacer para recordar quién soy yo sin olvidar quien eres tu”. Murió sabio, muy sabio.

 

Otoño-hojas

En un día de otoño, que por su luz y olor podría haber sido primavera, nació Tuenmí, que también podría haberse llamado Yoentí.

Fue un bebé sano y fuerte, un niño alegre, de pocas palabras y siempre atento a los demás. Tuvo una vida plena, creció en una gran familia y entre las montañas conoció el silencio. Era todavía muy pequeño cuando se dio cuenta de que podía sentir lo que sentían los demás. Gracias a este descubrimiento no solo aprendió de sus experiencias, también de las de los demás. Un poco más tarde averiguó que su felicidad también alegraba a los demás. Gracias a este descubrimiento ayudó a mucha gente a lo largo de su vida. A veces entre amigos, a veces junto al fuego, todo en su vida lo hizo pensando en él y en los demás, por su bien y por el de todos, sin hacer daño a nadie ni a él mismo. Fue un hombre próspero y junto a él muchos prosperaron.

El día de su muerte, siendo un hombre sabio, muy sabio, abrazó a su esposa, sus hijos y amigos. Y volvió experimentar con fuerza la misma sensación que cuando, siendo niño, descubrió que él era también tú: ligero, infinito, luz y eterno. Agradeciendo a la Vida sus enseñanzas caminó para sentarse debajo de un árbol. Recordando a Soloyó y Solotú, desde el lugar más profundo de su corazón, se dijo a si mismo: “Me siento feliz de haber vivido como lo he hecho”. Y entre las montañas donde conoció el Silenció, cerró los ojos y se fundió en él.

 

Cuento de Tere Puig publicado en la revista Ahora Yoga nº 8 (Happy Yoga)

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