Si algún día tuviéramos el privilegio de alzarnos tres mil kilómetros sobre nuestras cabezas, desde donde las nubes sólo son trazos de espirales pintadas de blanco y los mares, acuarelas de infinidad de azules; donde el horizonte es perfectamente curvo y el planeta baila un vals de luces y sombras, ahora con el sol, ahora con la luna; donde la ingravidez penetra hasta la última célula, y el silencio es tan denso como el mismo Universo, entonces nos daríamos cuenta del milagro de la vida y de nuestra pequeñez ante la inmensidad que nos rodea. El planeta azul es una nave a la deriva y, allá abajo, no se distingue ninguna frontera, ninguna barrera que impida la deriva de los continentes, la furia de los huracanes o las migraciones de los pájaros.
Pero aquí, a ras de suelo, las fronteras y las separatividades son el pan de cada día. La cultura nos ha acostumbrado a definir las cosas, a señalar las diferencias, a poner tabúes y normas. El lenguaje, siempre ambigüo, ha permitido el entendimiento pero también, simultáneamente, ha encasillado las cosas y las personas. Y aunque la vida es un todo continuum, hemos aprendido que el yo, los otros y el mundo son entidades separadas.
Tal vez por eso, los sabios de todos los tiempos han señalado que hay un conocimiento invisible que no puede ser encerrado y compartimentado entre dogmas y doctrinas. «Que el Tao que puede ser dicho no es el verdadero Tao, que la Ley de Dios no es de este mundo, o que hay que escuchar lo que no tiene voz.»
Lo mismo ocurre con el Yoga, siglo tras siglo ha adquirido diferentes perfiles, ha sido sintetizado de múltiples formas y han aparecido ramas y subramas de aquél Yoga primigénio. Es posible que existan muchas confusiones hoy en día acerca del Yoga; que incluso los mismos profesores de Yoga tengan una visión parcial, técnica o filosófica, de éste. Solo la misma palabra Yoga hace aflorar clichés ya caducos, âsanas complicadas, kriyas espectaculares, recitación del elenco de divinidades hindúes, y un largo etcétera. Y muchos nos hemos cansado de decir neti-neti, no es eso, no es eso.
Yoga es algo que no se percibe a simple vista pues tiene que ver con una actitud interna, con una postura vital ante el mundo, con una comprensión de sí mismo. Yoga es un delicado equilibrio entre el ser y el llegar a ser, entre la aceptación total y el poder superarse y, por qué no, entre la renuncia y la conquista de la vida. Es algo que se puede formular pero queda, en su mayoría, en el misterio. Es un espejo donde uno puede verse, y es un espacio de encuentro y unión donde todo lo disperso, todo lo alienado, todo lo reprimido que hay en nosotros encuentra su lugar y su fuerza.
En este sentido, realizar el Yoga no es hacer más Kapalabhati ni tener visiones paranormales; realizar el Yoga es simplemente deshacer los nudos y los cerrojos que nos aprisionan, abrir las puertas de la percepción, demoler la fortaleza de prejuicios y miedos que nos separa de la vida y, si se me permite esta imagen, caminar descalzos, atentos, con la cara iluminada .
Creemos que el Yoga no tiene fronteras, no es de una época ni de una cultura determinada, pertenece al ser humano en evolución y se actualiza permanentemente, adoptando las mil caras y formas posibles, pero sin perder aquel aroma, aquella fragancia que cala hasta los huesos, que inunda el espíritu y te deja en paz.
Julián Peragón
Así es, desde que lo practico, y cuando comencé a estudiarlo, algunos profesores me decían aquí practicamos yogaterapia y solo se puede hacer esto, o esto es yoga integral. o no podés hacer esto, yo me preguntaba pero si yoga es unión,
Para ser un buen maestro de yoga uno tiene que tener espiritu de bambú siendo pequeños, flexibles, y fuertes. Gracias por compartirlo, tus notas me ayudan en mis clases de yoga prenatal.
Gracias Angélica! Un fuerte abrazo!